UNO, Dos, Caos

¡Oh no!
Era un día perfectamente normal en la vida del Tío Chris.
Después de un largo día entre el gimnasio y su taller de costura, el Tío Chris se preparaba para cerrar la semana con broche de oro: una copa de margarita, sofá, y nada más. Solo eso.
Paz. Silencio. Relajación.
Pero justo cuando iba a dar el primer sorbo, escuchó unas voces susurrar desde la nada:
—“Hey, Chris... don’t be boring. Make that margarita a mythical margarita.”
Chris se llevó la mano a la cabeza.
—“No… no, no, no… este par otra vez.”
Cuando bajó la mirada a la copa, pudo verlos. En el fondo del cristal, dos siluetas brillaban entre las burbujas: Dionisio, en su eterno modo fiestero, y Loki, con pinta de after party vikingo.
Una espiral de burbujas emergió… y
¡pum!
Chris fue transportado a un templo mitológico con columnas torcidas, música flotando en el aire, y restos de lo que claramente había sido una fiesta
épicamente irresponsable.
Los únicos que quedaban en pie: Dionisio y Loki.
Y ahora… también Chris.
¡Ay no, peor!
—“¡Ooooh no, chicos, ni se les ocurra seguir la fiesta!” —dijo Chris levantando las manos como director de tránsito espiritual.
Pero Dionisio ya estaba sirviendo otra copa. Loki se sentó en una nube rota y preguntó:
—“¿Música o juegos?”
Chris, buscando calmar las aguas (y evitar más vino encantado), propuso:
—“¿Qué tal una tarde de juegos de mesa?”
Ambos dioses aceptaron al instante.
Primero, dominó:
Loki comenzó a cambiar los puntos de las fichas. El uno era seis, el seis era tres, y Chris ya no sabía si estaba jugando o resolviendo un acertijo de runas.
Después, parqués:
Dionisio sólo sacaba pares. Sus fichas volaban mágicamente por el tablero y evitaban la cárcel como si tuvieran inmunidad divina.
La tensión crecía.
Chris hacía bromas, lanzaba chistes, y servía nachos con queso mitológico, pero sus intentos de calmar el ambiente solo los irritaban más.
—“¡Ya no más! ¡Dejen de discutir como bebés con superpoderes!” —gritó Chris—.
“Vamos a resolver esto como gente civilizada. ¡Con una partida de UNO!”
Dionisio y Loki se miraron con ojos brillantes de desafío.
Chris sacó el mazo y lo colocó sobre la mesa.
La batalla final… había comenzado.
¡Ahhh claro!
La partida arrancó. Loki y Dionisio estaban tan concentrados en derrotarse el uno al otro, que olvidaron completamente a Chris.
Cada carta era una provocación.
Cada +2, una amenaza.
Cada reversa, una burla ancestral.
Mientras tanto, el Tío Chris reía, comía nachos, y lanzaba un que otro comentario:
—“Yo solo vine por un margarita…”
Poco a poco, su mano fue quedándose sin cartas.
Nadie se dio cuenta cuando dijo “UNO” con voz bajita entre bocado y bocado.
Y entonces… llegó su turno.
Loki estaba lanzando un +4.
Dionisio preparaba un contraataque verbal.
Chris, tranquilo, dejó caer su última carta:
un comodín multicolor brillante como el arco iris de Bifröst.
—“Chicos… creo que acabo de ganar.”
Silencio.
—“¿¡QUÉ!?” —gritaron al unísono.
—“Esto no es justo” —gruñó Loki.
—“¿Ves lo que logras?” —se quejó Dionisio.
—“¡Tú y tus margaritas!”
Mientras los dos discutían, Chris levantó su copa, le dio un sorbo y…
¡puff!
Volvió a su sala en Holanda.
La copa, aún fría en su mano.
Suspiró. Sonrió. Y dijo:
—“Suficiente por hoy.”
....
Los amigos son amigos, incluso si son dioses algo caóticos.
Y aunque ganar sea divertido…
lo mejor siempre será reír juntos, disfrutar el momento, y nunca subestimar el poder de un margarita bien servido.