Factor Chris

¡Oh no!
Era un día perfectamente normal en la vida del Tío Chris.
Había sol, café caliente, y un poco de nervios: hoy era el gran Show de Talentos de la Escuela de las Estrellas.
Chris no iba a participar, claro que no. Él solo iba como público… ¡acompañando a su mamá, la abuela Flor!
Pero había un pequeño detalle. Uno muy conocido por todos los miembros de la familia Bonilla:
La abuela Flor siempre llega tarde.
Chris la llamó:
—¿Maaaa? ¿Dónde estás? ¡Ya va a empezar!
—¡Ya voy llegando, amor! —respondió ella con voz firme… justo cuando, desde el fondo, se escuchó el inconfundible sonido de la ducha encendida.
Chris suspiró.
—Claro que sí…
Aburrido de esperar, decidió dar una vuelta por los jardines de la escuela. Había criaturas ensayando en todos lados: querubines haciendo beatbox, estrellas ensayando malabares, y un grupo de delfines encantados practicando coreografías de reggaetón.
Pero lo que más lo cautivó fue un espectáculo surreal:
¡Un grupo de peces dorados trapecistas entrenados por un hámster con capa!
Chris se quedó embobado.
¡Ay no, peor!
Mientras tanto, la abuela Flor —ahora sí lista y perfumada— llegó a la entrada agitada.
—¡Estoy buscando a mi hijo! —le dijo a un querubín voluntario.
—¿Su hijo es uno de los talentos?
—¿Qué? No, yo solo… bueno, no sé… ¿dónde me inscribo para encontrarlo?
Y el querubín, confundido y un poco dormido, le pasó una hoja.
—Aquí puede escribir su nombre.
Y así, sin sospechar nada, la abuela Flor escribió con su letra cursiva y florida:
“El Tío Chris”
Poco después, Chris volvió. Se encontraron. Rieron. Entraron al teatro.
Comieron palomitas mágicas. Aplaudieron actos asombrosos.
Todo iba perfecto…
Hasta que, de pronto, la presentadora exclamó:
—¡Y ahora, el siguiente acto! ¡Un fuerte aplauso para… el Tío Chris!
Chris casi se atraganta con su palomita de lavanda.
—¿QUÉ?
La abuela Flor lo miró, sonrió nerviosa y dijo:
—Ay, amor mio… creo que te busqué… de más.
¡Ahhh claro!
Chris subió al escenario con el corazón en la garganta y la dignidad colgando de una nube.
Tomó el micrófono, tragó saliva… y entonces recordó algo.
—Bueno… esto es algo que aprendí con mi sobrina Majo un día que me obligó a ser su base humana. ¡Una demostración de cheerleading!
Y comenzó.
No era acrobático.
No era preciso.
No era nada...
¡Pero fue el show más divertido de la noche!
Saltó, gritó, agitó pompones invisibles, hizo un giro en cámara lenta y cerró con una voltereta que más parecía un intento de abrir una sombrilla en un huracán.
El teatro estalló en risas y aplausos.
Chris no ganó. Pero todos querían tomarse fotos con él.
El Tío Chris no se llevó el trofeo…
pero se llevó el corazón del público.
...
Nunca subestimes a una mamá con prisa…
ni a un tío sin talento, pero con mucha actitud.